
A pesar de que Àlex y Juliana vivían a en la Plaza del Centro (Sants, Barcelona), el propietario les dijo, durante las negociaciones de su renovación, que la zona «bien se lo merecía» y quería subirles el precio. Hasta entonces habían estado pagando un alquiler de 450 euros por 35 metros cuadrados. Eran los años más duros de la orgía especulativa que ha arrasado nuestros pueblos y ciudades, con un movimiento por la vivienda aún en consolidación.
Por este motivo, después de aquel contrato de tres años (un abuso, el de los contratos de corta duración, que ya ha pasado a la historia), el propietario estableció una subida del 50% del precio que pagaban: 650 euros (unos 2500 euros más al año). Esto constituía no únicamente un abuso, sino también una burla: el estado del edificio era tan lamentable que no había agua potable (preferían rellenar unas garrafas de agua en la plaza); la instalación eléctrica era que provocó un incendio que podría haber terminado en tragedia y una parte de su falso techo estaba hecho de amianto.
Pero en estos tres años, muchas cosas habían cambiado ya: Àlex y Juliana se habían afiliado al Sindicat de Llogateres y plantearon sus demandas acompañados de la fuerza colectiva que les había dado la organización. A pesar de la negativa de la propiedad y de un procedimiento judicial muy largo, Alex y Juliana se quedaron en su hogar, pagando el alquiler que ellos consideraban justo: 450 euros.
La situación se alargó durante dos años y medio pero al final los dos encontraron otro piso que les interesaba más y decidieron abandonar el lugar donde hasta entonces vivían. Abandonaron su antigua casa de Plaça del Centre, cierto, pero lo hicieron con sus propias condiciones y no las de la propiedad: en el momento adecuado, con el retorno íntegro de la fianza y con la retirada de la denuncia que la propiedad les había interpuesto.