
Discurso de Enric Aragonès, portavoz, en la clausura de la V Asamblea de Afiliadas del Sindicat de Llogateres de Catalunya el 23 de octubre de 2021.
La asamblea anual de afiliadas es una pequeña pausa para mirar hacia adentro, pensar, ordenarnos y salir con más fuerza todavía. Es la culminación, también de un proceso de reflexión y debate y un buen momento para repasar cuáles han sido las lecciones que el Sindicat nos ha dado durante estos años.
- La primera, central, que explica por qué tanta gente hemos creído que unirnos en esto era indispensable: nada es posible si no hay techo, si no hay casa, si no hay hogar. No hay derecho a la educación, no hay acceso a la salud, no hay vías de participación cultural ni de participación política si no se tiene casa. Y resulta que en este país, en este sistema, no podemos darlo por supuesto, que la tengamos. Por eso tenemos el convencimiento pleno de que hoy luchar por el derecho a la vivienda es luchar por el derecho a una ciudadanía plena y a unas vidas que valgan la pena ser vividas. Y si no tenemos este derecho garantizado es porque ninguna de las políticas de vivienda emprendidas hasta ahora por ninguna de las administraciones ha sido ni lo suficientemente atrevida, ni bien orientada, ni de suficiente alcance para revertirlo. Pero no es por torpeza, no es porque no hayan encontrado la manera de hacerlo. No lo hacen porque cuando nuestros derechos avanzan, a otros les peligran los privilegios. Estamos hablando de sus beneficios económicos, rentas que no son del trabajo, a expensas de nuestros derechos.
- Efectivamente, la mayoría de las personas (quizás no todas) que participamos en el Sindicat de Llogateres sabemos que tenemos techo para esta noche, para esta semana. Quizás para este mes ya no todo el mundo lo tiene tan claro. Y si nos preguntamos si dentro de aquí un año o dos o cinco seguiremos en el mismo hogar y, sobre todo, si habremos tenido opción de escogerlo, ya somos más, que no lo tenemos nada claro. Y es que la segunda lección es esta: el techo y el hogar son protección y son seguridad, y el derecho a un hogar no está garantizado tampoco si no sabemos hasta cuándo nos va a durar. Si tenemos piso, pero nos da miedo recibir un burofax que nos expulse, el derecho no está garantizado.
- Por ese motivo, el sindicato nos ha enseñado también a huir de la etiqueta de vulnerabilidad. De tener que demostrar que eres el último de la fila, el del escalón más bajo, que por desgracia necesitas la ayuda de los penúltimos en un momento determinado. No va de eso. Va de sabernos, todas y cada una, «vulnerables» dentro de un estado de las cosas en las que no tenemos seguro el derecho a una vivienda digna, estable y adecuada. No proponemos medidas de urgencia que rescaten a personas en el último momento de extrema necesidad, debiendo demostrar cada vez lo desesperadas que se encuentran. Una de las mayores virtudes de la ley 11/2020 es justamente esta: pone freno a la especulación -porque es especulación- no porque la inquilina sea más o menos vulnerable. Hay que avanzar hacia aquí, para establecer un nuevo sistema en el que el derecho a la vivienda esté garantizado para todos, por todas partes y para siempre. Es necesario mantener este marco y este horizonte en las nuevas iniciativas legislativas como la futura LAU catalana o la Ley de Vivienda estatal.
- Y aquí va una virtud del sindicato que quizás no hemos dicho suficientes veces, pero que vale la pena subrayar. Este sindicato es un verdadero espacio de cohesión social. De cohesión social de verdad, que significa encontrarnos juntas las personas distintas. Toda la gente que hemos participado en el Sindicato, hemos conocido y compartido espacios, de tú a tú, codo con codo con personas con vidas, trayectorias y mochilas muy diferentes a las propias. Hay que ser conscientes de lo excepcional y valioso que es esto en una sociedad que excluye y segrega cómo lo hace.
- Y la última lección, quizás la más obvia y la más poderosa y que deriva de todas las anteriores: que la experiencia, el coraje y la inteligencia que necesitamos para dar respuesta solo es posible a través de la organización y el soporte mutuo.
Cuando el sindicato nacía, se daba la mano con la experiencia de años de la PAH y la lucha contra los desahucios, de militancias vividas. Pero también se daba la mano con la historia centenaria de la organización inquilina en este país y más allá. Hoy nos dotamos de herramientas para hermanarnos aún más con el resto del movimiento por la vivienda.
Justamente en esta asamblea nos reafirmamos en la voluntad de que las inquilinas de todo el país nos unamos y constituyamos el Sindicat de Llogateres de Catalunya, pues sabemos por sus diversas expresiones que en todas partes se pisa el derecho a la vivienda.
Nos damos la mano también con las luchas que se disputan junto a la de la vivienda. Porque las mismas bocas que claman que no se entiende (gente sin casa y casas sin gente) son las gritan que viva la lucha feminista y que ninguna persona es ilegal, que pelean por mantener viva la lengua y las libertades de este pueblo, que se exclaman en cada agresión homófoba, que se oponen con firmeza a la ampliación del aeropuerto, que envían toda la solidaridad a la gente de Betevé y de tantas empresas, y que denuncian la precariedad y luchan por unos servicios públicos de calidad, como lo hacemos cada vez que recordamos al compañero Joan Liébana.
Hoy tenemos las manos llenas de lecciones y luchas. Por muchos años más de sindicato, por muchas asambleas más, muchas lecciones más, muchas afiliadas más, y más hogares dignos y seguros.
Muchas más manos por juntar. Y que sean también puños que se cierren muy fuerte, se levanten bien alto cuando gritamos: ¡Sindicat, força Sindicat!